La posibilidad de enfermarnos por Coronavirus hace que tengamos que estar en alerta y eso nuestro cerebro lo sabe, además el peligro no siempre es visible, puede estar en cualquier sitio y en cualquier persona, incluso en aquellas que no parecen potencialmente peligrosas porque no tienen síntomas, hasta yo puedo ser peligroso/a.
Por ello la alerta es muy grande, nuestro cerebro tiene que estar muy atento ¡y puede hacerlo!, pero es muy cansado porque consume energía interna que antes dedicábamos a otras cosas: un porcentaje alto está en esto, el resto de la energía es para todo lo demás.
Aquí pueden aparecer diferentes dificultades
- Sueño: conciliar, despertarme antes, despertarme varias veces por la noche
- Cansancio físico, dolor, agotamiento
- Problemas de concentración y memoria: no poder leer un texto, mantener la atención, escuchar lo que me dicen, recordar información…
- Ansiedad, nervios, no poder relajarse, presión en el pecho, nudo en la garganta, dificultad para respirar…
- Tristeza, desgana, apatía, disfrutar menos de lo que me gusta…
- Irritabilidad, enfado, criticar, que nada nos parezca bien…
Todas las emociones tienen una función, algunas son más agradables que otras. El estrés y el miedo tienen la función de avisarnos cuando hay algún peligro, para poder defendernos de lo que nos está amenazando y sobrevivir, es normal, porque es el miedo lo que hace que podamos cuidarnos, poniendo las medidas de seguridad, entre ellas: mascarilla y distanciamiento.
La mascarilla hace que no podamos leer los estados emocionales con facilidad. El distanciamiento físico y social es necesario, pero dificulta nuestra regulación.
Tenemos distintas formas de regularnos / calmarnos
Podemos sentirnos un poco mejor de diferentes formas:
- Regulación relacional o regulación interactiva, con el otro: puesto que los seres humanos somos sociales, necesitamos estar en contacto y vincularnos.
- Regulación interna o autorregulación: nos calmamos nosotros mismos con cosas que nos hacen sentir bien (o un poco menos mal).
Los seres humanos somos sociales, necesitamos estar en contacto y vincularnos. Una de las formas que tenemos para calmarnos es el contacto físico (abrazos, coger la mano, dar besos…), es una necesidad básica como dormir o alimentarnos, además es la forma de regulación emocional más potente, ya que es la forma más rápida de calmarnos, siendo imprescindible además para poder dar apego seguro.
Por eso es importante que no dejemos de relacionarnos con los demás, buscando alternativas: llamando por teléfono, haciendo videollamada, viéndonos por la ventana… aunque no tengamos contacto físico.
¿Qué podemos hacer? Actívate
Es importante que tomemos parte activa para disminuir el malestar y la fatiga emocional, ya que si la emoción desagradable es desproporcionada, deja de ser adaptativa y podemos enfermar.
Estrategias para un afrontamiento adecuado (y reponer nuestra energía)
- Cuídate y hazlo más que antes. A mayor grado de estrés, mayor tiempo tendríamos que invertir en el autocuidado
- Evita la sobreinformación. Aléjate de los estímulos ansiógenos, una vez al día vale pero no más y nunca antes de ir a dormir
- Duerme lo suficiente. Es imprescindible que descanses para que tu cerebro pueda lidiar con la ansiedad
- Aliméntate bien y toma el sol. Una alimentación variada y sana, ahora más que nunca necesitamos tener nutrientes y vitaminas adecuadas
- Acepta tus emociones y las de los demás. Si estamos un día tristes, con enfado, miedo… es normal y decirnos que es por esto que estamos viviendo que está siendo muy difícil, ayuda. Si cada vez te sientes peor, pide ayuda
- Hacer una lista con actividades agradables que puedes hacer y te gustan. Relajación, respiración abdominal, escucha música, lee,, colorea, empieza una serie, o simplemente mira cómo se mueven los árboles y qué colores tienen… y al menos hacerlo un ratito cada día, dándole prioridad
- Mantén tu actividad diaria. El confinamiento ha roto muchas de nuestras rutina y las rutinas dan sentido a nuestra experiencia, por eso mantén los horarios, vístete, come, haz deporte, organiza… márcate pequeños objetivos cada día, en casa y fuera de ella
- De lo que no podemos hacer, fíjate en cómo sí podríamos hacer eso ahora o algo parecido. Busca la forma de hacerlo de forma que te sientas más seguro o tranquila. Ejemplo: si no puedo ir al gimnasio, hago ejercicio en casa
- Mantén el contacto social como en la medida de lo posible. Aunque sea a través de una pantalla, si no te apetece, aunque sea de vez en cuando
- Céntrate en el hoy. Quédate en el presente, porque la ansiedad suele hacer que nos vayamos al futuro de forma catastrofista, planifica hoy, mañana y como mucho esta semana
- No te obligues a hacer cosas que no quieres. Escúchate y dale prioridad a lo que necesitas y te viene bien, no lo hagas por los demás
- Apunta una cosa buena de cada día. Un café, alguien amable, la brisa en la cara… etc. enfoca también lo que sí te gusta y va bien.